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.--¿Y quién nos dice que hicieron su descubrimiento en Saint-Martin?--El hecho de que hayan elegido Saint-Martin como refugio, que desde el priorde San Albano, hasta Postel, hasta la Convención, lo hayan mantenido bajo sucontrol, que, después de los primeros experimentos de Foucault, hayan hechoinstalar el Péndulo allí.Sobran indicios.--Pero la última reunión es en Jerusalén.--¿Y qué? En Jerusalén se reconstruye el mensaje, y no es cosa de un momento.Después hay un año de preparación, y, el 23 de junio del año siguiente, losseis grupos se reúnen en Paris para averiguar finalmente dónde está elUmbilicus, y después lanzarse a la conquista del mundo.--Sin embargo --insistió Belbo--, hay otra cosa que no acaba de convencerme.Cada uno de los treinta y seis sabía que la revelación final tendría que vercon el Umbilicus.El Péndulo ya se utilizaba en las catedrales, de modo que noera ningún secreto.¿Qué impedía que Bacon o Postel o Foucault mismo; porquesin duda, si montó el tinglado del Péndulo, era porque también él formaba partedel corrillo, qué diablos impedía, digo, que cualquiera de ellos cogiera unmapa mundi y lo pusiera en el suelo y lo orientase según los puntos cardinales?Vamos descaminados.--No, vamos por el buen camino --dije--.El mensaje dice algo que nadie podíasaber: ¡dice qué mapa hay que utilizar!Un mapa no es el territorio.(Alfred Korzybski, Science and sanity, 1933, 4~ ed., The InternationalNon-Aristotelian Library, 1958, 11, 4, p.58)--Supongo que recordarán cuál era la situación de la cartografía en la época delos templarios --decia yo--.En aquel siglo circulan mapas árabes, que entreotras cosas sitúan Africa arriba y Europa debajo, mapas de navegantes, que alfin y al cabo son bastante precisos, y mapas de trescientos o cuatrocientosaños de antigüedad, que aún se consideraban correctos en las escuelas.Adviertan que para revelar la posición del Umbilicus no es necesario tener unmapa preciso, en el sentido moderno de la palabra.Basta con un mapa que tengala siguiente característica: una vez orientado, ha de mostrar la posición delUmbilicus en el punto en que el Péndulo se ilumina al alba del 24 de junio.Ahora presten atención: supongamos, como mera hipótesis, que el Umbilicus estéen Jerusalén.En nuestros mapas modernos, Jerusalén aparece en determinadaposición, que incluso hoy depende del tipo de proyección.Ahora bien, lostemplarios disponían de un mapa quién sabe con qué trazado.Pero, ¿qué lesimportaba? No es el Péndulo el que depende del mapa, sino el mapa el quedepende del Péndulo.¿Me siguen? Podía ser el mapa más delirante del mundo, contal de que, una vez situado debajo del Péndulo, el fatídico rayo de sol delalba del 24 de junio determinase el punto en que allí, en ese mapa, y no enotros, figurase Jerusalén.--Pero eso no resuelve nuestro problema --dijo Diotallevi.--Claro que no, como tampoco se lo resolvía a los treinta y seis invisibles.Porque, si no se sabe cuál es el mapa, no se puede hacer nada.Imaginemos quese trata de un mapa orientado como mandan los cánones con el este hacia elábside y el oeste hacia la nave, conforme a la orientación normal de lasiglesias.Ahora hagamos una hipótesis cualquiera, por ejemplo: que en aquelamanecer fatídico el Péndulo deba situarse en una zona vagamente oriental, casien el limite del cuadrante sudeste.Si se tratase de un reloj, diríamos que elPéndulo estaría marcando las cinco y veinticinco.¿Vale? Ahora miren qué pasa.Fui a buscar una historia de la cartografía.--Aquí está.Número uno: un mapa del siglo XII.Repite la estructura de losmapas en forma de T, arriba está Asia y el Paraíso Terrenal, a la izquierdaEuropa, a la derecha Africa, y más allá de Africa también aparecen lasAntípodas.Número dos, un mapa inspirado en el Somnium Scipionis de Macrobio,pero que sobrevive en varias versiones hasta el siglo XVI.Africa está un pocoestrecha, pero bueno [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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